Y este no lo conseguía, pues de sobra es sabido el chorro que siempre caracterizó a La Voz.
Mais baijinho, le decía, pues la bossa nova sólo puede ser cantada por el corazón. Y Jobim le enseñaba aquello que tan bien hacía aquel Joao, con el que había inventado la bossa nova, de apellido Prado Pereira de Oliveira, de segundo nombre Gilberto, Joao Gilberto, claro.
Pero bueno, eso, como decía Kipling cuando le preguntaban por Sinatra y su Girl from Ipanema, es ya otra historia.
O Tom Jobim y o Joao Gilberto conformaron un panorama irrepetible en los 60s en Brasil.
Hoy un pedazo de historia. Doralice. Interpretadas por el maestro acompañado esta vez del Caetano.
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